El Perdón y los Actores

Cuando vemos una obra teatral, una película o una serie televisiva nos adentramos en ella, para disfrutar de esa creación artística con el objetivo de divertirnos, pensar, sentir y aprender.
Todos los actores que participan de la obra pasan una gran cantidad de tiempo en la preparación de sus acusaciones, en la edificación de sus personajes y finalmente en el ensayo necesario para pulir los tiempos y la interacción entre los personajes en el escenario, sea este el que sea.
Levanta el telón y se inicia el espectáculo. Los egos desaparecen en pos de del bien general y el éxito de la empresa embarcada, normalmente el interés común de todos los involucrados en la obra es el éxito de la misma, por tal motivo todos hacen su mejor esfuerzo.
Todo cambia cuando el espectador comienza a disfrutar de la interacción de los actores.
Ve personajes buenos y malos, intrigantes o perversos, tontos o hermosos que se comportan como en la vida real y se producen bien o mal entre sí.
Al finalizar la obra, al igual que el ajedrez todas las piezas retornan a la misma caja, los actores vuelven a sus personalidades correspondientes, mostrándose, casi siempre, amigos y compañeros amorosos y considerados, ,os unos con los otros.
La vida espiritual es exactamente igual.
Dios y el Universo aguardan la finalización de la obra/existencia en la Tierra, u en otro planeta para enseñarle al hombre que es ciudadano del universo, con derechos y responsabilidades pero principalmente que es miembro de la gran familia eterna. Que todos los espíritus de la creación son sus hermanos y aquellas pequeñeces por las que se lastimaban resultan insignificantes ante las maravillas de la existencia inmortal.
Al espectador atemporal, le es difícil comprender la continuación de las luchas entre hermanos.
Ve como en una película las interacciones viciosas y violentos entre los hombres encarnados, confiante de que tarde o temprano terminarán y que el perdón será el gran triunfador.
Perdona, no sólo para que tu Padre que está en los cielos desee perdonarte, viendo tu esfuerzo personal,  sino para que tu pequeña parcela de paz interior sea preservada de las tormentas del arrepentimiento y el dolor que producen tus actos de violencia hacia tu prójimo, sean estos materiales, sentimentales o mentales.
Perdona siempre, no como un robot siguiendo una fórmula, sino como aquel que medita en los dolores y las situaciones del otro y se pone en sus zapatos, meditando si él no hubiese hecho lo mismo si la vida lo situase en esa posición de infortunio probatorio.
Perdona pues así serás perdonado.

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